viernes, 19 de noviembre de 2010



LA MUÑECA DE TRAPO
NOVELA
OSCAR SIERRA











I
Despertó .Hizo un ademán de cansancio y bostezó. Se puso de pie. Se quitó la bata y se posó frente al espejo del baño. Tomó la pasta de dientes, la apretó con cuidado, rellenó el cepillo y se restregó los dientes con sutiliza, al mismo tiempo pensó en los días que vivió con ella junto al mar. Se acordó el día que se marchó. Se puso triste con miradas desorbitantes, la abrazó con fuerza. Pensó ---“¿no sé cuando volverá?”.La mujer con sus labios rojos sonrió con un gesto de pesimismo-le dijo susurrante en los oídos. La muchacha se incrustó la cartera de piel de lagarto en el hombro como psicodélica, lo apretujó aligerada sin pronunciar palabras.
---“¡Vos sabés broder que  ella me amó demasiado! Se marchó sin decirme nada, ¡todavía la espero!---expresó tambaleándose en la silla con una mirada eufórica clavándola en el rostro cicatrizado de José—contestó  desequilibrante  e impávido–“¡Mirá Penelio Ulises!, ¡la mujeres no le pertenecen a nadie!, ¡renunciá a ese recuerdo que esta torturando la mollera!-le dijo Charli, lo miró ennegrecido por una lágrima que se reventó en la mejilla derecha y los destellos de luz pringando en la sala del bar. José  se levantó indiferente y de pronto se despidió de Ulises. Penelio con una sonrisa enmarañada de nostalgia .Charli culminó el último trago de cerveza, se la empinó atragantado y aligerado.
---“¡Espérame!”-le dijo precipitado con virajes en zigzag. Enredado avanzó hasta alcanzarlo en la salida del bar.
“Cuando llegué a donde doña Petrona, encontré a Concho tirado a los pies de la vieja, con unas rayas de sangre saliéndole en la mollera. Ella me miró extraña señalándome con el dedo índice, echándome la culpa y hablando sola con las paredes. Llegué y no encontré a nadie, me asomé a la puerta y doña Petrona tirando los cantaros al suelo, golpeando la mesa, aligerada abría y cerraba la ventana. Me quedé tieso, calladito sin mover ni un pelo, con una temblazón en las patas. Se acercó a mi queriéndome macanear. Ella pegó un brinco de burro chúcaro, endemoniada me siguió hasta que salí de la casa.
¡Apúrese Ulises! ¡Al muerto lo están llevando al hospital!-le dije
¿Cómo lo van a llevar al hospital si esta muerto?-soslayó
“Es qué esta en estado de coma, ¡es decir moribundo, pué!, lo que no se sabe a que se debe, lleva un dolor de panza, a saber si ya llegaron. En la otra cuadra se palmó el compa Pancho, le metieron un tiro en la cabeza y ahora esta en la raya de la pelona el primo Mamerto, se pusó un lazo en el pescuezo y dicen que daba vueltas, hasta que se salió la lengua y los ojos payulos, brotados viendo el vacío”
“Me hice el pendejo y fui a dar a donde la comadre Priscila, le toqué la puerta varias veces, casi derribándola, nadie me escuchó, nadie salió y, es que con la comadre Priscila fuimos uña y carne, ahora que murió el compi, esta triste, no habla con nadie encerrada en el dormitorio. Cuando entré a la casa por el otro lado, detrás por la cocina, cerca del jardín, me colé a escondidas cuando escuché que gente al fondo cuchicheaban en voz baja. Me asomé, asombrado al ver el cuerpo suave de la comadre, erizada en la rectitud de la cama, sus ojos dormidos clavados en el cielo del techo y las voces seguían chocando en las paredes. Miré hacia todos lados, ¡Vi le juro por mi madrecita!












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