viernes, 19 de noviembre de 2010

LA POESÍA HERMÉTICA Y ESCATOLÓGICA  DE RONY BONILLA
 Por Dr. Galel Cárdenas Amador

De la muerte al Amor”
I



Si hacer poesía es la más culpable de todas las ocupaciones del hombre, entonces significa que se le ha otorgado el más peligroso de los bienes  por que su fin ulterior es descubrir esas esencias primordiales que configuran el pensamiento y la intuición.

Y es que el poeta debe mostrar lo que es el hombre, o sea que debe patentizar su existencia misma, su pertenencia a la tierra y su aprendizaje de todas las cosas materiales y espirituales, por cuanto en ellas,  se percibe su auténtica realización en tanto libertad y totalidad del ser.

El poeta al hablar (poetizar) crea un lugar abierto para  descubrir lo oculto y cubrir, a veces,  lo manifiesto, lo superficial, a fin de  darle la profundidad que merece el mundo  objetivo y subjetivo. El hablar del poeta, es el planteamiento del diálogo, que es el uno y es el otro, en completa comunión, conmunis diría Ernesto Cardenal.

Y es que el diálogo en la unidad del otro y del uno refleja la existencia misma.  Pero el poeta debe llegar a la esencia de la poesía, que es determinar el curso del reino del lenguaje, puesto que al nombrar instaura el ser y la esencia del as cosas.

La poesía entonces nace del silencio pero recupera la realidad transformándola, proponiéndola como un ente nuevo y extraño que sorprende al lector y lo atrapa. Todo lo que el poeta toca se vuelve lenguaje con silencio y sin silencio, con ritmo y melodía.  Por que en época de modernidades, globalizaciones y de informáticas, la poesía tiene que  devolver a la sociedad el sentido que se pierde en la confusión de la vorágine propia  del hedonismo.

La escritura poética pervive con ciertas dificultades  en  la sociedad actual, por cuanto la  palabra pierde solidez, ceremonia y ritual, y  porque  giramos en derredor de la imagen,  y no del signo lingüístico y su sentido.

La significación está siendo escamoteada por la realidad virtual, al poema le toca entonces emitir las luces del sentido que poseen las cosas, los sentimientos , las intuiciones, los sueños, las esperanzas, las contradicciones, las dicotomías del mundo real y del mundo irreal, en fin, todo aquello que ha sido arrebatado por la ausencia . Le toca a la poesía el parpadeo, establecer la significación final, la conjunción entre el tú y el yo. Poner la palabra en la palabra, la significación en el verso, la entonación en la sílaba, tenemos que recuperar la otredad, la capacidad de vislumbrar mundos nuevos. La tribu necesita de la palabra, la colectividad necesita de la poesía, necesita del testimonio humano, del desgarramiento y del balbuceo.




II

Y he aquí entonces que surge la poesía de Rony Bonilla, en el concierto  de la literatura nacional  como una ”cosecha de claveles y de rosas, zafiro y basalto en el umbral”  donde…”el mar revienta golondrinas en los riscos”..

Rony Bonilla (Choluteca,1956),  es un  escritor que decidió dar vuelta a la hoja de su currículo, cambiar el género en su producción, o mas bien cultivar otra rama de la literatura, después de realizar una excelente incursión por el cuento.

Su  primer texto de poesía “De la Muerte al amor” constituye una especie de deconstrucción de su trabajo literario narrativo para erigir un nuevo edificio estético, el de  la poesía.

Esa poesía que Octavio Paz la define como conocimiento, salvación, abandono, operación capaz de cambiar el mundo y que es oración, letanía, presencia, exorcismo, magia, sublimación, condensación, nostalgia, juego, caracol donde suena la música, revelación, lengua que ostenta todos los rostros; esa poesía es precisamente el nuevo sendero estético que ha escogido nuestro escritor.

Uno de los códigos asumidos por Rony  Bonilla es precisamente el barroquismo de la imagen, en donde los iconos reencarnan un claro oscuro en el símbolo del poema que se enmascara, con una especie de artificio metafórico que cierra los espacios de la racionalidad para darle paso a la ambigüedad y al sustracción del significado primario.

Los ejes transversales de su poesía son la muerte y el amor que surcan el sendero  de su constructo al revés de toda ruta, es decir la meta está al inicio y el arranque al final, en una especie de contra lógica, donde la expiración o la defunción vital parecen constituir una cuadrícula existencial, por cuanto se desarrollan percepciones de un ser para la muerte para luego desembocaren un ser para el amor.

Las imágenes elaboradas por Rony  Bonilla están determinadas por una especie de racionalidad ligada al surrealismo, pues utiliza siempre extrañas combinaciones de palabras que van pintando mundos alambicados.


III

Un breve repaso por una parte de su producción poética puede mostrarnos algunos de los acertos que hemos planteado en los párrafos anteriores.

El Barroquismo de la imagen puede indagarse en algunos poemas.

El poema Reverberación (el DRAE define la palabra reverberar como el reflejo de la luz en una superficie bruñida) refiere a todos los tiempos, es decir la eternidad,  desde donde el yo poético desciende del árbol maravilloso o estupendo como si fuera un fruto de almendro que pisa la tierra. El yo poético, (siempre convertido en alter ego del autor, o en ocultamiento de la conciencia), es tirado por suaves vientos mientras  avanza sobre  caminos divididos  en dos ramales, entre tanto,  sus alas de insecto esconden su sombra. La tercera estrofa del poema refiere exactamente al sentido significativo del título, pues,   el límite visual de la superficie  es un espejo amplio, donde el cuerpo se descompone en la reverberación de la hierba, en el reflejo del manto verde, por eso el llano que es el horizonte mismo, es testigo de su declinación y de su fantasmagoría. 

Como puede verse el barroquismo de esta imagen total del poema está presente en el alambicamiento y distorsión de una complicada trama que implica la vida convertida en vanidad reflejada en el aliento del llano  que no es otra cosa que el horizonte.

El poema Los muertos está antecedido por un epígrafe de Cicerón que manifiesta no querer  morir, sin embargo la muerte como tal le es indiferente. En cuatro estrofas, el poema expresa una especie de caracterización de los muertos, pues ellos son videntes que ven sombras en el  sol, al tiempo que la fe piensa en hacer algo con el deseo de la dicha propia de los que no ven, es fe o creencia se mece en la seda de las arañas.

A veces pudiera decirse,  en este barroquismo, que una narrativa poética surrealista se introdujera en los intersticios o ranuras de los versos que susurren sin querer tocar el objeto mismo del poema.

Por ejemplo, en el verso “Las aves sobrevuelan la memoria de osamentas” es un microfilm, una escena aparentemente normal, pero profundamente surrealista, por que las aves no sobrevuelan las osamentas, sobrevuelan la memoria, una historia abstracta, un resumen del relato del mundo, de la vida, etc.

Y es que son muertos vivientes que tienen la mirada perdida, o en los pocos recuerdos de sus herederos. Los cadáveres danzan en la fertilidad de la tierra.  Pero, he aquí que, o la sorna aflora en el poema, o la ternura avanza sobre su decurso, por que “un pequeño amor lleva flores al mundo de los muertos”. Todo ello describe una escena eminentemente surrealista,

La escena poética que describe al yo testigo, dice que está en el hueco del horizonte y que cuando muere vive como si fuera un ramillete de una viuda  que tiene un sentimiento grato expresado con radiante rostro que está prendido en el pecho.

Nada hay más narrativo que el poema La muerte del sueño, nada más que estamos ante una descripción donde las acciones son inconexas como racontos de un filme para producir finalmente una significación escatológica.

Este poema está conformado por siete estrofas.  Analicemos cada una de ellas:
Un cenzontle duerme abrazado por una nube verde, mientras las sedas  besan sus dedos, entre tanto, el silencio guarda su mundo; una leve armonía de fuentes ambulantes vuela, así que  la bruma abriga la caída de la noche  en las hojas, que son la fortuna del cenzontle; en la tarde seca, el cuervo transmite instrucciones a sus ángeles, mientras tanto la batuta de un maestro teje una música oscura; danza el bisturí vestido con sangre antigua y se mueve como mariposa  que es el romance del jardín, según sueña el cenzontle; diseccionan su garganta, después cortan sus alas y sacan sus ojos, las plumas quedan en el aire y la música sigue; como tortugas le comen el corazón  de verdes fibras; el cenzontle yace entre las púas inventadas por que quiso escapar.

Cada una de las estrofas describe diferentes escenas que como en una obra de teatro, al ser unidas entre sí producen el sentido general del mundo representado. El cenzontle que es música es degollado y desplumado, al tiempo que le devoran el corazón, por eso yace en sus propios sacrificios por que a lo mejor quiso escapar de sí mismo.

En estos poemas asistimos a un entrecruce de tono narrativo con construcción poética, donde se configura un universo abigarrado, barroco,  en el que se trasponen imágenes de poesía codificada.

El poema Sur de noviembre contiene las mismas características escatológicas, barrocas y plenas de una supra realidad; configurado en tres estrofas, podemos inferir, usando el mismo mecanismo anterior, lo siguiente: un manto violáceo se cierne sobre a hierba, al mismo tiempo, las campanas cantan a los muertos al ritmo de un músico  que lanza al viento los sonidos de su acordeón. El yo poético, testimonial, quiere que le griten si abraza el color de las flores de noviembre en el camino entre zarzas sin sangre; en la segunda estrofa pide que le griten si puede enredarse en la maleza y comer frutos de la tierra, si respira el rocío y si siente los aguijones en los pies, si puede ver el sol y el horizonte que engulle la claridad del día; pero, sobre todo, y ya en la tercera  estrofa, pide que le digan si puede amar y embriagarse con la lluvia de octubre, o si sólo es una galantería que adorna su tumba.

El poema Sur de noviembre refleja un diálogo que se produce desde la tumba hacia la naturaleza exterior. He aquí el carácter escatológico de su poesía que está  escrita bajo los mecanismos estéticos de un barroquismo contemporáneo del cual son muchos los representantes que podemos inferir de la poesía latinoamericana como Octavio Paz, José Antonio Lima, o el mismo Edilberto Cardona Bulnes y Antonio José Rivas, en Honduras.

Como habíamos expresado anteriormente, es más fácil pasar del amor a la muerte, como un proceso que implica la cotidianeidad misma, donde ubicamos casi siempre esta evolución.

Así que, nos encontramos con que el último poema denominado Del amor inicia con una palabra que implica dulzura y sencillez : “Cándido aroma en las hojas del ébano”; y es también “gota de miel en su sombra”. Contrario a los escenarios sombríos y retorcidos de los primeros poemas  de Bonilla, este último poema transpira optimismo, luz, claridad y esperanza: “Espiga de sol atravesando mi noche,/ revive mi espíritu en huesos fortalecidos”.  El amor acá es “Colmena estampada en mis carnes” y además  “el amor  limpia mi sangre pantanosa”, es decir la imagen de la dulzura logra higienizar su sangre empatanada. Más adelante, en la tercera estrofa el poeta describe a uno de los sentimientos más sublimes de la humanidad como “epifanía del delirio” y como  “condensada espuma en la plenitud del astro”. Finaliza el poema con el verso siguiente: “Que el furor se amalgame en nuestras bocas”. El discurso poético que se describe plantea que el amor es además de dulce, un delirio que se condensa en la altura del astro que lo embriaga y lo arroba hasta conducirlo al furor.

Este mismo sentimiento, en el poema Cielo, se convierte en “tiernos lirios “ que se posan en los bordes purpurados. En el poema Colibrí describe al amor como una “flor amanecida”.

Pero también este sentimiento  podría ser social y solidario, como resulta expresado en el poema Resonancia, donde se respira un ambiente de denuncia y en donde Disney World y Bagdad son las “resonancias del tumor en la orquídea” mientras el poeta sobrevive como una escama en el pacífico sur, que es precisamente, su única forma de vida y de resistencia, en clara alusión al dominio del imperio que padecen los pueblos americanos.

Su poema Blanco y Negro maneja una denuncia social que conlleva cierta sutileza, cierta delicadeza no en la frase poética, si no en el uso de algunas palabras de directa alusión como por ejemplo: “pobreza alzada en la conciencia del reino” o en “Niño que habitas cardinales canteras” o en “comerciante de la carne y de las almas”, versos cuya retórica es bastante  disminuida.

La poesía de Rony Bonilla remite inmediatamente a la dicotomía entre la muerte y el amor, entre el ser y la nada,  en ese contraste, el lector pasa de lo escatológico al tema amoroso, y percibe que el autor de este libro quiso  proponer una ruta donde la muerte fuese la piedra angular de unos escalones que pasan por el mundo fantasmagórico, pleno de sombras y contornos diluidos para luego asomarse a un mundo de claridad y plenitud.

En este sentido se vislumbra una cierta coincidencia entre el inicio de la Divina Comedia Danteana  cuyo recorrido se inicia en el infierno, transita por el purgatorio y llega hasta la gloria, que es el lugar de la Rosa Justa,donde todo es claridad, luz y entendimiento.

Nada tan reconfortante que encontrar un poeta como Rony Bonilla preocupado por una especie de misticismo contenido y un sentimiento amoroso que recorre las riberas de la existencia humana, todo ello expresado en un lenguaje cifrado, con un hermetismo mesurado y una retórica neobarroca que invita a la constante decodificación.


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